Nate Rodríguez trabaja para la policía haciendo retratos de los criminales basándose en lo que le relatan las víctimas. Tiene gran habilidad para conectar con ellas y con la imagen que tienen de los criminales, a veces podría parecer que tiene algún tipo de poder psíquico.
La detective Terri Russo le solicita a Nate su ayuda para trabajar en un caso en el que el homicida deja retratos post mórtem cerca de sus víctimas, dando a entender que son asesinatos premeditados, probablemente por racismo. Terri desea que Nate analice los dibujos del asesino y descifre parte de su personalidad y de sus motivos. Además desea que intente hacer el retrato del asesino, sin embargo, no hay testigos. A pesar de ello, Nate empieza a indagar y poco a poco se va formando la imagen del asesino en su mente.
Este asesino se vuelve tan peligroso e importante que la policía tiene que trabajar junto con el FBI, pero hay una lucha de autoridad entre Terri y la agente Collins que es la encargada del equipo del FBI.
Esta novela me gustó más que «El Arte de Matar». El asesino me llamó más la atención por su extrema frialdad y porque formaba parte de una organización racista. Sin duda, el racismo es de las peores cosas que existen en el mundo y podría llevarnos a la perdición. En mi opinión, el racismo es una locura. También me pareció que los investigadores eran más atinados que los de la otra novela.
Me pareció interesante como el pasado de Nate lo llevó a ser quien es y a tener una gran culpa relacionada con su padre. Además ese mismo pasado, junto con su presente, lo llevan a ser considerado sospechoso, por lo tanto, debe encontrar más rápidamente al asesino para liberarse de las sospechas.
Me gustó el final y disfruté la historia. Atrapó mi atención y la mantuvo hasta el final. Pienso que es un buen thriller que vale la pena leer.
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